Hace unas semanas os hablé un poco de la fauna salvaje ―en el más despectivo de los sentidos― que se puede encontrar en el metro. Os conté lo que pasaba alrededor de las puertas de los trenes, pero eso es solo una parte de la cantidad de cosas molestas que dicha fauna es capaz de hacer.
Otra vez me limitaré a un simple detalle y a las molestias mayores. Ese detalle es: la posición dentro del tren.
La clásica colocación de fastidio es la que adoptan las ya mencionadas y odiadas mujeres de las puertas. Después de tanto alboroto para ser las primeras en entrar al vagón, dan un corto paso para subir al tren y se plantan ahí para ser las primeras en salir. Se cogen a las barras de la puerta y se quedan estoicas, inalterables ante una decena de personas que quieren subir y a quienes ellas han empujado para subir primero.
Consejo 1: Dónde las dan las toman. Empujad para entrar, aunque haya suficiente espacio para pasar entre ellas, que sepan que molestan.
El siguiente posicionamiento es el de “si no hay asientos libres me quedo en el espacio entre las puertas”. Esta gente incurre en dos delitos contra el sentido común. El primero es no darse cuenta que, aunque los asientos estén ocupados, hay dos metros cuadrados entre ellos donde pueden ponerse para que en la siguiente parada pueda subir más gente cómodamente. El segundo es pretender llegar a un asiento que se libera antes que nadie a costa de codazos.
Consejo 2: Empujar es siempre la solución, ya que es más sutil y legal que partir caras. Además se puede aprovechar el empujón para llegar al espacio libre entre asientos y estar más cómodo durante el trayecto. Esto tiene una ventaja: permite poder llegar a un asiento liberado antes que los indeseables, aunque no te interese, ¡pero qué placer!
La última colocación es el paseo inoportuno. Entiendo que subas en un extremo del andén y que en tu estación de destino te convenga salir por el otro, pero cuando el tren está a reventar, no hagas más difíciles las cosas a quienes se sujetan al techo con el dedo meñique para no caer encima de un cochecito.
Consejo 3: Si el tren está vacío, que hagan; si no lo está, mantente firme como un clavo. Si quieren pasar, por lo menos que pidan permiso y no se crean Moisés en el Mar Rojo.
Apunte: Si sabéis hacer calmantes, esos golpes en las caderas inutilizan la pierna un rato, hacedme un favor en las aglomeraciones; tampoco van a saber quién ha sido.