Que trata sobre cómo el subsuelo de mi calle me acerca a la experiencia Pacman (Comecocos para los ignorantes).
No creo que sorprenda a nadie a estas alturas si digo que han estado haciendo obras en mi calle. De hecho, todavía siguen allí. Más de un mes con la acera levantada. Por suerte, la acera es ancha y hay suficiente espacio para caminar sin tener que ir por la calzada ―que no seria un gran sacrificio en una calle pseudopeatonal― o sin tener que cambiar de acera ―aunque cada uno es libre de andar por donde quiera.
Lo divertido de esta vez es que, al agujerear toda la acera de un extremo al otro de la calle, han montado un circuito de listones de madera y vallas metálicas amarillas para que los vecinos podamos acceder a nuestras casas o entretenernos en las tardes aburridas. Sí, “entretenernos” porque el circuito es de lo más aleatorio, ilógico y ―lo que es peor― cambiante.
O sea que las últimas semanas me he sentido cual Pacman, escogiendo la dirección en el último momento, evitando encontrarme agujeros fantasmas para llegar sano y salvo a casa. El juego es de una sofisticación tal y los albañiles son tan entregados que al salir de casa a la mañana siguiente todas las vallas han cambiado de posición. ¿Y qué juego que se precie no tiene distintos niveles?
Y vosotros, ¿habéis estado en algún laberinto?
Obres = Pacman? Molta imaginació, no?
Ja m’ho diries si ho vegessis.
Imagino que al triar el camí també vigiles si hi ha algun veí perillós que et vol parar a comentar qualsevol cosa (qual fantasma del pacman) no?
Per sort estic ben amunt de la muntanya i quasi no volta ningú per allà. I quan ho fan no són gaire xerraires; dóna gràcies si saluden. Tot i que ja m’està bé…