La semana del cambio de febrero a marzo fue (por cuestiones presupuestarias) la última en que trabajé en la revisión del diccionario de química. Y merece ser contada.

Terminar un proyecto siempre ilusiona —ya sea por ver el resultado del trabajo, por dedicarte a algo distinto o para disfrutar de un merecido descanso—, aunque no es necesariamente una historia digna de publicación. En el caso en que la tecnología no acompaña, lo es.

El miércoles 27 de febrero el Institut d’Estudis Catalans actualizó el diccionario normativo en línea, por lo cual no estuvo disponible durante un par de horas. Teniendo que comprobar si los términos del diccionario de química eran normativos, eso suponía un inconveniente. Aun así, fue un detalle anecdótico gracias a un truco que os contaré en menos de diez días.

Música anodina de fondo. (fuente)

Un problema mayor es que la organización para la cual trabajas te retire los privilegios por error y no puedas acceder al gestor de terminología con tu usuario; infortunio que sucedió la misma tarde del 27. Un correo electrónico y quince horas bastaron para solventar el problema.

No satisfecha todavía la tecnología con su ataque y derribo, el sábado 2 por la mañana invertí cinco horas intentando cargar la página web de la organización. Tras muchos mensajes de error y F5 para aburrir, logré acceder a una visualización incompleta y desordenada de la página suficiente para identificarme y abrir el gestor de terminología, que funcionaba bien.

Moraleja: Fijaos una fecha de entrega personal anterior a la real; pues los imprevistos técnicos —o de cualquier otro tipo—, si bien solamente incomodan en fase de revisión, son un gran reto en el grueso del trabajo.