PAASILINNA, Arto. Delicioso suicidio en grupo. (1990). Barcelona: Editorial Anagrama, 2007. [Título original: Hurmaava joukkoitsemurha. Traducción de Dulce Fernández Anguita]

«Onni Rellonen, un pequeño empresario en crisis, decide poner fin a su vida. […] En el último segundo, Onni consigue salvar a otro visitante del granero, que se mantiene a duras penas sobre una silla tambaleante y con un nudo corredizo alrededor del cuello […]. De ahí nace una amistad que durará toda la vida, además de la genial idea de fundar una asociación de «aspirantes a suicida». Así pues, acompañados de una treintena de compañeros, deciden partir […] hacia un desopilante viaje en busca de un suicidio colectivo digno.»

«El suicidio, el deporte nacional finlandés»

Y ese extracto es menos de un tercio de la sinopsis de detrás del libro. Sale más a cuenta leer el libro directamente. Como veis, el argumento promete situaciones curiosas y grandes meditaciones, aunque de las últimas hay pocas en favor de escenas cómicas.

Uno de mis miedos era perderme en los nombres de una treintena de personajes finlandeses. Sin embargo, el autor parece consciente de la dificultad de situarlos a todos y a menudo los acompaña de un apodo, descripción o adjetivo que recuerda al lector su identidad.

Aunque el desenlace es harto previsible —o quizás no—, especialmente a medida que avanza la narración, el camino vale la pena. De hecho, la amiga que me lo prestó lo cualificó de hilarante, y la verdad es que es divertido y fácil de leer. Lo que me molestó sobremanera fueron los dos capítulos finales, totalmente innecesarios, para contar qué pasó un tiempo después con algún personaje; una de mis quejas clásicas.

Para terminar y por deformación profesional, tengo que compartir los escalofríos que sentí al ver unos párrafos en las páginas 83 y 84 de esta edición con perlas como:

«Desistieron de la idea, dado que el paseo de despedida habría podido llamar la atención y , además cabían todos en aquel coche tan pequeño.»

«[…] no fue visto con muy buenos ojos, sobre todoentre la gente de más edad y las mujeres.»

«Las luces estaba apagadas.»

Errar es humano, pero no hace falta ser humano con este afán en tres párrafos seguidos.