No hace falta ser filólogo para hablar bien y no hace falta hablar bien para conducir un tren de Renfe.
¿Cómo es posible que una empresa pública cuide tan poco la impresión que causa en el pueblo? De acuerdo, partimos de la base que la imagen de Renfe no se lava con gramática; pero si son incapaces de dar un servicio fiable, al menos que nos lo digan correctamente.
Se puede perdonar que en situaciones especiales de huelgas, accidentes, obras, averías… pongan a estudiantes barriobajeros a informar de los cambios. Aunque hoy en día hay miles de personas de mejor trato sin trabajo, pero ellos no se quieren mezclar con Renfe.
Lo vergonzoso es que los conductores de los trenes hablen de un modo similar. Hay dos modalidades principales de aviso en el tren: el aviso ausente y el impreciso.
El aviso ausente, en algunos sitios también conocido como nulo, se produce cuando el tren se queda parado durante varios minutos ―entre cinco y diez― sin información alguna. Durante este tiempo los pasajeros elucubran las posibles causas del fenómeno, siendo a menudo “Es Renfe” la conclusión final.
El aviso impreciso, más frecuente, se produce cuando el conductor parece informar pero en realidad no lo hace. Y además de decir poco, lo dicen mal. El pasajero experto aprende a descifrar los mensajes vacíos.
“por razones ajenas” = “un merluzo se ha tirado a la vía para importunar a media provincia en vez de cortarse las venas en la intimidad de su hogar”
“una avería” = “ha caído en la vía un árbol que tardaremos una hora en quitar o simplemente llueve”
El último aviso impreciso que presencié fue nuevo para mí. Sucedió hace un mes, volviendo de Barcelona. El conductor nos dijo que, a causa del accidente de un coche entre la Granada y los Monjos, la circulación se interrumpía en ese tramo y nos quedaríamos un buen rato en Sant Sadurní. Nuestra duda fue: “Si entre la Granada i los Monjos hay otra estación, ¿por qué se cierran las tres? ¿Qué hizo el coche para afectar a tres estaciones?”
Después nos informó de que no sabía si podríamos llegar a avanzar o hasta donde. A los pocos minutos dijo que avanzaríamos una estación. Llegando a la estación volvimos a oir su voz que decía: “Nos dicen que podremos seguir hasta Vilafranca o quizá hasta los Monjos. Bueno, nosotros vamos avanzando hasta que podemos.” Ahí está, desinformación, informalidad e incorrección gramatical, pues debería ser podamos.
Señores filólogos ―añadamos quizá a los periodistas también―, si no encuentran trabajo, por favor, vayan a Renfe; el pueblo se lo agradecerá.