Algunos ya sabréis que muy felizmente estoy celebrando el puente después del puente, és decir, salí de viaje el sábado y volveré el miércoles, porque yo lo valgo. Pues hay algo más que valgo y ayer no tuve: agua caliente en la ducha.
¿Cómo es posible que en el siglo XXI el agua caliente en la ducha dure solo dos minutos? Vale, una respuesta sería que estás en Gran Hermano y ponen normas absurdas de esas que tienen a veces, pero no es el caso. El caso fue un calentador eléctrico.
Para los que no estéis familiarizados con tal instrumento infernal, es un recipiente relativamente grande que calienta el agua de su interior. El problema viene cuando necesitas más agua de la que puede contener, porque sacas agua del calentador sin darle tiempo a calentarse. En resumen, un calentador eléctrico está bien para fregar los platos, pero no para una casa donde se tienen que duchar cuatro personas; especialmente cuando eres de las últimas.
Y esto es lo que me pasó ayer. Como si de una película o un anuncio de Gas Natural se tratara, se terminó el agua caliente cuando me iba a aclarar el jabón. Llamé a mi anfitrión para tener una conversación que terminó con un “mi madre en sus tiempos lo hacía así”. A eso el anfitrión se fue a la cocina a calentar agua en un cazo.
A la vieja usanza, tirándome agua con un cazo, como en las películas japonesas; así tuve que terminar mi ducha. Ahora voy a empezar a recoger firmas para que la ONU reconozca que los calentadores eléctricos van contra los Derechos Humanos. Si alguna vez habéis sufrido lo mismo, podéis empezar a firmar aquí.
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