No, este no es un artículo sobre prácticas sexuales alternativas sino una amalgama de curiosidades culturales que vi al otro lado del charco.
Demos un vistazo primero a las estanterías del supermercado. A la izquierda de la foto podéis ver polskie ogórki, es decir, pepinillos polacos; lo cual no es una crítica a la genética polaca, pero tampoco una exaltación. Pero en Canadá no se contentan con los pepinillos polacos (esto tampoco es una crítica), sino que también gozan de un castizo pandeleche, así todo junto, y de galletas Maria, que van sin tilde porque las crearon los británicos en honor a una duquesa rusa [miles de españoles se llevan las manos a la cabeza].
Pero dejando a un lado la comida, hay algo más que veía cada día de camino al trabajo además de lo que mostré en el anterior artículo. Dos cosas merecen especial atención. Por un lado están las escaleras del metro. No sé si eso solo me pasa a mí, pero creo que están invertidas. Toda mi vida había visto las baldosas en la parte interior y el granulado en el borde para no resbalar. Pues en el metro de Toronto es al revés, las baldosas están en el borde. Durante dos semanas rozaba la muerte a diario, hasta que me acostumbré a poner el pie donde tocaba.
Por otro lado, allí los bloques de pisos más pequeños eran rascacielos. Podéis apreciar como subía yo con el ascensor hasta el 24º piso. Inciso: vigésimo cuarto o vigesimocuarto, ordinal, que no veinticuatro, cardinal, ni veinticuatroavo, fraccionario. Lo más sorprendente no es la altura de los edificios —ni que seáis incapaces de leer un ordinal como es debido. Lo impactante es que en la última columna haya múltiplos de 4 (28, 24, 20, 16) y tres números primos (11, 7, 3) a la vez sin cambiar el número de botones por fila. Y es que en Canadá son muy supersticiosos y raramente encontraréis un piso número 13. ¿Cómo os habéis quedado? Como los enchufes canadienses:
Lo del pis 13 no pot ser a tot arreu, ho trobo massa exagerat.
Jo també pensava que en un país civilitzat com Canadà no podia ser normal. Però en tres mesos vaig veure uns quants ascensors i la realitat supera la ficció.