Hoy voy a desmentir una leyenda urbana. Los científicos no somos gente de mediana-avanzada edad con gafas, canas, piel blanca, carnes caídas y sin simpatía ni sex-appeal.

Si están así de limpias, hay alguien que no trabaja [fuente]
Volviendo al tema que nos ocupa, ya sabéis que estoy haciendo un máster en química, por lo que llevo varios meses paseando por los laboratorios, ojo avizor. No es que no tenga trabajo, pero mientras esperas los resultados de un experimento o para descansar la vista del ordenador durante largos tratamientos de datos, ¿qué mejor que socializar y aprovechar lo bueno del lugar?
Un ejemplo de la falsedad de la leyenda es Qüestram (apodo de protección de privacidad —y que no sé su nombre). Medio departamento coincide en que Qüestram merece poco menos que un monumento. Piel morena, cuerpo de deportista, mirada profunda y ese aire de ángel con un demonio en el interior —o al revés, da igual.
El hecho es que a uno se le alegran las retinas cuando va por el departamento. Y es que, señoras y señores, si llevamos bata es porque hay grandes cuerpos que proteger.
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