Este año la generación del 85 hemos llegado al cuarto de siglo. Bueno, unos pocos todavía no, pero les falta poco. En Sant Quintí de Mediona los del 85 aprovechamos la excusa del paso del tiempo para reunirnos al menos una vez al año y mantener así los lazos que en nuestros tiempos mozos nos unieron.

Debo decir que estos encuentros me van de perlas porque, como ya dije una vez, soy el más escurridizo del grupo. Puede que generalmente no se me encuentre, pero en estas ocasiones soy de los que nunca fallan, aunque se tengan que hacer malabarismos horarios y gozar del don de la ubicuidad (y yo me apunto a todo lo que implique gozo).

Como el 25 se suele considerar un número significativo, quisimos superar la tradicional cena pasando una noche en una casa rural con su bosque alrededor, el hogar en el comedor, la apetecible piscina [apunte para años venideros: traspasar las celebraciones al verano] y los animales de compañía de los dueños paseando por allí.

La verdad es que infunde un poco de respeto pasar una noche con un grupo que está más o menos unido durante todo el año cuando te has convertido en el esporádico irregular. Aunque año tras año me demuestran que, aun siendo esporádico, sigo siendo de la generación del 85. Es genial ver que el tiempo pasa y que siempre hay un sitio y un tiempo al que regresar.