Mis niñas internacionales —que a sus 26-29 años ya les queda poco de niñas— son tres amigas que dejaron Cataluña, cada una por un motivo diferente, y a quienes he visto en los últimos diez días por capricho de la casualidad.
La primera en irse y la primera con quien me reencontré fue la rubia oscense. Nacida en la provincia de Girona, vivió en Begur hasta los dieciséis años, cuando se mudó a Huesca, tierra natal de su padre. Hace dos fines de semana le hice una visita obligada, pero no por eso menos apetecible, en ocasión de su cumpleaños. Nada más llegar a la majestuosa ciudad-pueblo, me llevaron a un pueblecito vecino de menos de doscientos habitantes que estaba en fiestas y me obligaron a probar un vino casero y otras bebidas espiritosas. Es por todos conocido que en Huesca y alrededores no se bebe agua ni para tomar la medicación. Celebramos la cena en el restaurante chino como manda la tradición y después en los bares insistieron en buscarme un romance, cosa también tradicional, aunque esta vez solamente me entregué al baile —y si no me entregaba ya había quien me arrastraba a ello.
La segunda no se ha ido todavía, pero este fin de semana vuela hacia Suiza para realizar allí parte de su doctorado. El viernes pasado la despedimos con una cena y una camiseta del Barça —con la que se puede secar las lágrimas tal como van las cosas. Al final de la noche me recordó que la visitara algún día. No hablaba el alcohol ni la amistad; hablaban los veinte euros de la cena que le debo porque no llevaba metálico ni papélico y no me sabía el número secreto de la tarjeta —lo cual es comprensible, pues es secreto.
La tercera es la más internacional de todas. Después de vivir un año juntos en Badalona, se fue a Irlanda a trabajar en algo tan normal como los juegos de rol en línea. Le dediqué todo mi sábado, durante el cual comimos en un restaurante coreano, nos sentamos al sol delante de la Sagrada Familia, caminamos bastante, nos tomamos un helado y vimos la derrota del Barça antes de cenar una hamburguesa. Esa noche dormí feliz, ya que llevaba tiempo sin un día entero de vacaciones y descanso absoluto. Y —¿por qué no decirlo?— porque es la persona con quien mejor me llevo desde hace más tiempo. Aunque eso no se lo voy a decir, que tengo una reputación de rancio que mantener.
Me ha encantado Oscar, solo un detalle que por lo visto nos sabias nací en Pamplona, pero solo estuve allí un día!
Vale, cierto. Pero es que tú tienes trampa.